LA URGENCIA DEJÓ DE SER URGENTE Negocios “Clase A”para encumbrados Bajo el convincente argumento de “compras de urgencia” se armó el millonario negocio de los insumos chinos, entre camas hospitalarias, tapabocas y otras chucherías sanitarias “urgente...
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LA URGENCIA DEJÓ DE SER URGENTE
Negocios “Clase A”
para encumbrados
Bajo el convincente argumento de “compras de urgencia” se armó el millonario negocio de los insumos chinos, entre camas hospitalarias, tapabocas y otras chucherías sanitarias “urgentes”.
En realidad, el escenario que quedó ante la opinión pública es que la “urgencia” real estaba en usar a máxima velocidad esos millones de dólares al amparo de la emergencia sanitaria, tirar los precios para arriba y quedarse con una buena tajada. Hasta ahora, es la única explicación “razonable”.
Y ni hablar de la parafernalia del show armado para recibir al avionazo que venía con la milagrosa carga china. Solo faltó la alfombra roja de Hollywood. Claro, era el Premio Oscar que un privilegiado grupo de amigos palaciegos esperaba para una prosperidad meteórica.
Pero se destapó el escándalo y se pudrió todo. Y los insumos que eran “de urgencia” hubo que devolverlos y dejaron de ser “urgentes”. Hoy ya nadie (o casi nadie) se acuerda que las compras eran de “urgencia”.
Eso sí, urgentemente se armó una comisión de “control” de las compras. El general Perón decía que para embarrar todo, nada mejor que una comisión. Y si es de urgencia, atajáte.
Eso sí, donde nunca hay urgencia de nada es en la Fiscalía. Salvo para las bodas Clase B que violan la cuarentena. Ahí son hiper expeditivos. Para los grandes negocios Clase A, son bastante más remolones. Si no hay presión ciudadana, no pasa nada. Y hasta tienen la “suerte” de que, todos los días, un nuevo escándalo tapa al anterior y los casos viejos van a parar bajo la alfombra de la amnesia.
Y así seguimos. Ya estamos en cuarentena inteligente donde ya nada parece “urgente”. Salvo algún nuevo negocio Clase A que seguro se estará elucubrando en alguna oficina influyente. Y con suerte nos enteraremos si algún desencantado que quedó fuera del negocio comete la imprudencia de prender el ventilador.
Augusto Barreto
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